Introducción.
A veces hay que hablar de cosas que condenan una serie de hábitos que son corrientes (porque son del hombre común y sin entendimiento de la escritura) y comunes (porque hasta los que predicamos, como en mi caso, hemos incurrido en estas faltas, y no es algo que me enorgullezca).
La reprensión ha de llegar a nuestras vidas, comenzando por la mía, y no con la prontitud que en ocasiones quisiéramos, y debemos examinar nuestras vidas con objetividad y cuestionarnos cada cosa que sucede. Sócrates hablaba de una vida de examen, un estilo de vida que ha de vivirse con esfuerzo, y pese a lo difícil de hacerlo, con dolor al analizar aspectos de nuestra vida que preferiríamos no tocar.
El ocio.
Algunos hábitos no requieren muchas actividades, ni movilidad, ni esfuerzo, ni gasto económico, ni siquiera hacer nada. Lo cual, es pecado (Santiago 4:17).
Y es en esta afirmación que encontramos una piedra de tropiezo para nuestra vida cotidiana, el cristiano es un individuo, ciudadano, padre, madre, hijo, hija, estudiantes, profesional, etc., que no puede regir su vida por la ley del mínimo esfuerzo: no puede ser un ocioso (1 Tesalonicense 5:14).
La biblia condena la ociosidad (Tito 1:12). Estar sin hacer nada trae pecado (2 Samuel 11:1-3). Trae muerte (Ezequiel 16:49). Trae pobreza (Proverbios 28:19). Y los ociosos están vinculados con la delincuencia (Jueces 9:4, 5; 11:3; 17:5).
¿Cómo se genera la ociosidad?
La pereza y ociosidad no es parte del carácter, no es parte del temperamento, no se hereda. Se aprende. Y se enseña. Nuestra generación está llena de gente que viven sin hacer ningún esfuerzo, donde ganarse el dinero de una forma fácil y rápida se ha aceptado. Todo el mundo condena a los narcotraficantes, pero los jóvenes escuchan canciones que hablan de ellos y los admiran como antihéroes.
Pero también ha habido un “boom” con la tecnología, celulares smartphone’s, tablets, ipads, laptops, consolas de videojuegos, reproductores DVD, etc. Están haciendo perezosos.
Pero la biblia nos enseña el remedio (2 Pedro 1:8). ¿Por qué no les enseñamos a nuestros hijos? A leer un buen libro, a tener horarios de actividades, a disfrutar de la creación, a cuestionarse la vida, a leer la Biblia, a ver, limitadamente, buen cine.
El peligro de usar el internet ociosamente.
El internet es una tecnología, que por sí sola, no es mala. Pero el mal uso de ella trae consecuencias desastrosas. Ruina, pereza, inutilidad, desvinculación de la sociedad, pérdida del interés en actividades recreativas, obesidad, pérdida de interés por la literatura, pornografía, fornicación, adulterio, etc. En las manos equivocadas es una tecnología altamente destructiva. Hasta las abuelas de 60 años están enviciadas con juegos en línea, Candy crush. Señoras encuentran parejas por la red, jovencitos satisfacen sus pulsiones sexuales y niños nacen con el celular en la mano. Hay prácticas como sexting, sexo virtual, cibernoviazgos, modas sensuales, lascivia, perversión, etc., que están penetrando en el cristiano.
¿Qué hacer? La Biblia, otra vez, tiene la respuesta (Mateo 18:8). ¿Está dispuesto (a) a arriesgar su salvación por un paraíso virtual? Como suele suceder en las novelas de ciencia ficción, casi predicen el futuro y plantean una realidad, a la vez lejana y próxima. Bernardo Fernández, Bef, en su novela gel azul, plantea un futuro en que la gente puede entrar a la red y tener las sensaciones de un mundo virtual. La gente pasa años sin desconectarse y no se dan
cuenta que alguien, en el mundo real, los está descuartizando. Lo mismo sucede a otro nivel, estamos dejando que el mundo, el tiempo, las oportunidades, la salvación de nuestras almas se vaya, mientras el diablo mutila, trozo a trozo, nuestras familias y vida cristiana.
Algunas recomendaciones que hacer el hermano Gardner Hall, en un número de su revista Creced:
1. Tener una computadora de escritorio con acceso a internet y que esté en un lugar
donde todos puedan ver la pantalla.
2. Los cuartos de los adolescentes no deben tener acceso a internet.
3. El uso a internet debe ser supervisado por los adultos.
4. Los teléfonos celulares no deben tener acceso a internet, o por lo menos debe
haber un buen programa de filtrado.
Conclusión.
Quizá estas recomendaciones sean un poco drásticas y, también, yo mismo pueda
ser acusado de haber caído a la tentación del ocio y el internet, pero eso no los
justifica a ustedes.
Y ustedes y yo, hoy tenemos la oportunidad de hacer arreglos en nuestra vida.
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