martes, 11 de marzo de 2014

SOBRE UNA CARTA DE RECOMENDACIÓN...

A continuación transcribo una carta, omitiendo el nombre de mi hermano recomendado, que escribí a una iglesia de Cristo que la solicitó. Creo que es importante aclarar que, cuando Pablo escribe cartas de recomendación, el objetivo no solamente es dar referencias sobre un cristiano, sino también dar instrucciones sobre cómo deben recibir al hermano. Y, siendo sabios, debemos tener en cuenta que esta práctica, aunque bíblica, puede prestarse a un uso indebido (no quiero decir que eso sucedió con la iglesia a la que escribo), pero recordemos que algunos hombres, como Diótrefes, desean mantener un control sobre los hermanos que desean visitar las congregaciones a las que son miembros. Usan la carta de recomendación como un filtro de exclusión. Tal práctica me parece incorrecta (y esto es mi opinión personal). Sería más fácil tomar el teléfono y pedir, directamente a hermanos fieles, referencias sobre tal o cual cristiano. También es más fácil dialogar con él y preguntarle sus creencias sobre diversos asuntos doctrinales. Si tiene malas intenciones, éstas se harán notar. Prosigo con la carta:

     Apreciables hermanos en Cristo, a quienes por la fe aprecio y estimo, reciban un cordial saludo. Permítanme, antes de pasar al objetivo de esta carta, presentarme: soy cristiano desde hace 13 años, mi padre Delfino Urbina es un predicador con casi 30 años de experiencia. Con toda confianza pueden pedir referencias, sobre mí o mi padre, a hermanos como: Wayne Partain, Bill H. Reeves, Valente Rodríguez.

     Conozco, a mi hermano y amigo, X desde hace casi 6 años. Durante este tiempo he sido bendecido al tenerle cerca para aprender de su amor, alegría, entusiasmo y esfuerzo por servir a Dios. Ojalá bastase su capacidad de manifestar el fruto del Espíritu (Gálatas 5:22, 23), que él, con su actitud y obra, muestra a todos los que le rodean.

     Pero también sé que a veces es necesario recomendar a los hermanos fieles, y eso no solamente significa dar referencias de alguien, así que también me tomo la libertad de solicitarles, como hacía el apóstol Pablo cada vez que recomendó a un cristiano, que lo “recibáis en el Señor, como es digno de los santos; y que [le] ayudéis en cualquier cosa en que necesite de vosotros; porque [él] ha ayudado a muchos, y a mí mismo” (Romanos 16:2, léase también el verso 1).

     Espero que esta práctica, de solicitar cartas de recomendación, sirva para mantener la pureza y proteger a la iglesia de los falsos hermanos, a los cuales es fácil distinguir por sus intereses materiales e intenciones perversas. Además, es mi anhelo y oración, que nunca se convierta en una forma de control y dominio sobre los cristianos que, con corazón sincero, desean tener comunión con ustedes. Pues aún el mismo apóstol Pablo fue rechazado por dudas e inseguridades de las iglesias (Hechos 9:26, 27).

     Que Dios les bendiga y ayude, con su mano poderosa, en la obra local.

Un siervo de ustedes,


Isaí Urbina.

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