Santiago 1:14, 15
¿Cómo se origina el pecado en el hombre? Sin duda el conocimiento de ésta respuesta puede arrojar luz sobre el autocontrol o dominio propio.
Santiago es muy claro al explicar el proceso interno, en el corazón del cristiano.
El deseo.
Es un impulso interno, no necesariamente pecaminoso:
1. El deseo de los profetas (Mateo 13:17).
2. EL deseo (hambre) del hijo pródigo (Lucas 15:16).
3. Pablo tenía un intenso deseo (Romanos 1:11).
4. Juan tenía el deseo (amaría que...) Gayo fuera prosperado (3 Juan 1:2).
Sin embargo, el deseo, puede volverse mundano (Tito 2:12), cuando se buscan satisfactores mundanos (Colocenses 3:5).
La concupiscencia.
Es el deseo que busca satisfactores terrenales y "malos" (contrarios a la ley de Dios) (Romanos 6:12). El ser humano tiene una tendencia natural hacia lo malo, esa es la concupiscencia: el deseo de la carne, de los ojos y el narcisista (1 Juan 2:16). Es un deseo que se ha pervertido, es decir, desviado (Apocalipsis 18:14).
"cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido"
Es sumamente importante notar que el deseo atrae y seduce, no irrumpe violentamente. Uno ha dado su consentimiento. Note el paralelo literario de seducción y violación.
Entonces, dice Santiago, "da a luz"
El pecado nacido del interior.
La violación, en términos legales, es el abuso sexual contra una persona que no ha dado su consentimiento.
En algunos estados de nuestro país, los adolescentes menores de 18 años no pueden dar su consentimiento para tener relaciones sexuales con personas mayores a los 18 años. El consentimiento hace la diferencia, es un simple "sí" o "no".
En cambio en la seducción, un individuo ha realizado un ritual de atracción para provocar el deseo sexual en otra persona. Eso sucede en la concupiscencia.
Un deseo (no bueno ni malo) se ha desviado y deviene pecaminoso, busca una satisfacción terrenal y genera en el individuo el acto de pecado.
Pecado es infringir la ley (1 Juan 3:4). Toda infracción implica un acto.
A veces la Biblia habla de pecado antes del acto (Mateo 5:28). Sin duda, habla del deseo ya pervertido, la concupiscencia. Frases como: "el diablo me tentó, mis amigos me insistieron". No justifican el pecado, pues es el individuo quien se ha dejado seducir por su propio deseo pervertido.
Dejar que el pecado crezca en la vida espiritual producirá lo único posible: la muerte.
Al principio será muerte espiritual, más tarde puede producir muerte terrenal, hasta que finalmente el pecador estará eternamente condenado a la segunda muerte (Apocalipsis 21:8).
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