(Gálatas 5:12)
En el primer siglo había cristianos que, enseñando como doctrina
mandamientos de la ley, causaban divisiones y mutilaban progresivamente a la
iglesia de Cristo. Pablo dijo de ellos: “ojalá se mutilasen”. Es un grave
pecado mutilar, cortar, destruir a la iglesia. Pero hay cristianos que todavía
lo hacen, cristianos cuya conducta traerá destrucción a la iglesia y grande
perturbación entre la hermandad.
Debería preocuparnos
la condición de la iglesia, deberíamos comportarnos con total precaución y
cuidado para no dañar el cuerpo de Cristo. ¿Qué clase de cristianos destruyen a
la iglesia hoy en día? ¿Es usted un cristiano que acarrea condenación sobre los
demás?
Los predicadores que
enseñan el error.
El objetivo, de la carta de Pablo a las gálatas, era instruir y
condenar el error, la falsa doctrina. Algunos cristianos obligaban a los
gentiles a judaizar, es decir, a guardar las cosas de la ley judía (v.3;
1:13, 14). El mismo apóstol Pedro había caído en error, enseñando a los
gentiles a vivir como judíos, acarreando condenación sobre la iglesia.
Cualquier predicador
que enseña el error, sobre cualquier cosa, provoca destrucción y condenación
sobre sus hermanos. Por eso los varones deberían preocuparse por enseñar la
verdad, por profundizar en la doctrina y enseñarla, de esa manera salvarán a
los oyentes (1 Timoteo 4:16).
Los predicadores que no
viven la verdad.
“engañarán, si es posible, aún a los escogidos” (Mateo 24:24).
Pedro, apóstol de Jesucristo, fue engañado por el error, viviendo en hipocresía
traía la destrucción de la iglesia. Por eso Pablo lo enfrentó y condenó su
error (Gálatas 2:11).
Los predicadores que
se paran en el púlpito, deseosos de ser escuchados, de inflar su ego con
agradecimientos y elogios, aquellos que anhelan estar frente a la congregación,
pero que no viven la verdad, son maestros de la destrucción y guías infernales,
cuyos pies siguen la senda del error. Tú que deseas enseñar a otros, ¿vives tu
enseñanza? (Romanos 2:21.24). Destructores son. La iglesia acabará en ruina,
los cristianos que los oyen estarán lamentándose en lago infernal.
Los cristianos que no
disciplinan a sus hijos.
Los padres que, debiendo hacerse cargo de la disciplina de sus
hijos (Efesios 6:4), no lo hacen; son destructores de la iglesia. Su
responsabilidad como padre, como madre, es instruir, educar, enseñar a su hijo
la disciplina y amonestación del Señor. Es usted el responsable de la salvación
o perdición del alma de su hijo. Al no enseñarle a respetar y amar a Dios,
sobre todas las cosas, le está enseñando a pecar y violar la ley de Dios.
Corrija a su hijo, un
par de azotes hirientes darán vida (Proverbios 23:13; 20:30). La corrección
oportuna será la salvación de su hijo, quien crecerá creyendo y temiendo al
Señor, y servirá en la iglesia fielmente. Pero si no lo instruye, su hijo se
apartará y no habrá cristianos fervorosos y la iglesia vendrá a destrucción a
causa de su irresponsabilidad.
Los cristianos que no
conservan su matrimonio.
El mandamiento de Cristo es claro: “la mujer no se separe del
marido” (1 Corintios 7:10). Aquellos cristianos adúlteros, los que se divorcian
por cualquier causa, los que viven juntos pero separados, los que no trabajan
en su matrimonio, traen destrucción sobre la iglesia.
Sus malos ejemplos
serán imitados, sus hijos sufrirán su mal testimonio. Usted puede acarrear
destrucción sobre la iglesia.
Los cristianos que
murmuran de los predicadores.
Pablo enfrentó públicamente a Pedro. Porque sabía de antemano que
la murmuración destruye a la hermandad (Gálatas 5:15; 1 Pedro 4:9; Filipenses
2:14). La murmuración genera desconfianza de los que predican, las lecciones
pierden su efecto porque alguien anda haciendo obra personal de desprestigio.
Estos hermanos que,
llorando y gimoteando sus inconformidades y desacuerdos, condenando la vida de
otros porque la suya está podrida y no tienen nada bueno que decir, traerán
destrucción y muerte.
Todos aquellos que, de alguna u otra manera, van minando el
bienestar de la iglesia, siendo cristianos desobedientes y rebeldes, darán
cuenta de ello (Hebreos 13:17).
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