La última fase de la adolescencia es la post adolescencia y va de los
22-24 años. Son muchos los rasgos que comprende el desarrollo de la adolescente
y no es el tema que queremos abarcar. Pero quiero que centremos nuestra
atención a las instrucciones que recibió un joven cristiano:
Pablo (2 Timoteo 3:15) habla de una forma de conducta adecuada: “para que si tardo, sepas cómo debes
conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte
de la verdad”. ¿Cómo debe conducirse el joven en la iglesia de Dios?
Los que hoy son
jovencitos y aún no han experimentado las tempestades de la carne que reclaman
con ímpetu satisfacer sus deseos; aquellos que ya comienzan poner orden en el
primitivo bosque de los problemas, ideales, amores y desamores; otros que están
buscando integrarse activamente a la vida adulta y también los que ya piensan
en una vida familiar; todos ustedes deben saber que la vida cristiana requiere
dedicación cada día. Deben con prontitud cómo conducirse, Pablo dijo “si tardo”
y yo dijo “si ya no tardo”, es primordial considerar la forma de conducta que
Dios desea de nosotros.
La iglesia como
familia.
Pablo habla, en primer lugar, de la
iglesia como la casa de Dios. El término casa es usado en la Biblia, no sólo
para referirse a las cuatro paredes y el techo, como familia. Esto lo
entendemos de algunos pasajes como:
Y si mal os parece servir a Jehová,
escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron vuestros
padres, cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos
en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos a Jehová (Josué 24:14)
Por la fe Noé, cuando fue advertido por
Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que su
casa se salvase; y por esa fe condenó al mundo, y fue hecho heredero de la
justicia que viene por la fe (Hebreos 11:7).
Bástenos esos pasajes para entender el uso, que Pablo hace, de la
palabra casa. Y si la iglesia es una familia, tenemos instrucciones precisas
sobre nuestra conducta: “no reprendas al anciano, sino exhórtale como a padre;
a los más jóvenes, como a hermanos; a las ancianas, como a madres; a las
jovencitas, como a hermanas, con toda pureza” (1 Timoteo 5:1, 2).
El término anciano, en el verso 1, no es el título de un oficio en la
iglesia. En este pasaje equivale a un hombre mayor. Debemos tratarles como a
padres: con respeto, con reverencia, con humildad, sin groserías, sin ofensas,
sin demandas ni exigencias. Porque la iglesia es una familia.
A los jóvenes como a hermanos. Las jovencitas no deberían ver con deseo
sexual a los jovencitos. Pero deberían tratarlos con interés sincero, con
amabilidad, con respeto, con aprecio, con confianza.
A las jóvenes como a hermanas. Los jovencitos no deberían ver con deseo
sexual a las jovencitas. Pero deben ser amables con ellas, respetuosos,
sinceros, afectivos, brindarles apoyo.
Las mujeres ancianas pueden recordarnos a nuestras madres terrenales. Quizá
hay cosas negativas que se levanten en este proceso, podríamos sentir rabia
hacia una hermana por su actitud pecaminosa, porque también sentimos rabia
hacia nuestra madre. Quizá apoyemos incondicionalmente a unas y no a otras,
porque las unas nos parecen cariñosas, fieles, agradables y las otras infieles,
iracundas, etcétera.
Quizá hay jóvenes, que por haber escuchado el evangelio desde pequeños,
creen que tienen toda la madurez y conocimiento. Y por eso tratan a tú por tú a
los hermanos adultos. Quizá ven a los otros jóvenes como a hermanos pequeños a
quienes deberían educar e ignorar sus tontos comentarios. Pero no se olvide,
hermano joven, que la experiencia de vida también cuenta: la experiencia de
tener una esposa o esposo, de tener hijos, de ser independiente, del trabajo,
de los problemas cotidianos. Eso que usted no ha experimentado.
La iglesia como pilar de la verdad.
Las palabras: columna y baluarte;
representan el sostén y apoyo de la verdad. La iglesia ha sido edificada sobre
una sólida base: “Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré
mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mateo 16:18).
La iglesia es la encargada de proteger, conservar y defender la verdad.
Pablo (Gálatas 2:9) afirma que hay hermanos que, por su sabiduría y fidelidad a
la doctrina de Cristo, pueden ser pilares en la iglesia.
Usted, hermano y hermana joven, tiene la responsabilidad de prepararse
en el discernimiento y uso correcto de la doctrina: “Procura con diligencia presentarte
a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la
palabra de verdad” (2 Timoteo 2:15).
Pero nos advierte el apóstol Pablo (1 Timoteo 4:16): “Ten cuidado de ti
mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti
mismo y a los que te oyeren”. Que nunca, la ambición por el poder, el
reconocimiento y prestigio, vaya a ser motivo de abuso y prepotencia, como sucedió
en algunas iglesias de Cristo, según el relato del apóstol Juan (3 Juan 1:9,
10).
Que la innovación, la revolución, los modernismos, las tácticas e
inventos humanos, nunca nos alejen del evangelio puro de nuestro Dios (1
Timoteo 1:4; 4:7; 6:20). Ni siquiera estudie profesiones que te generen
conflicto, si no tienes la madurez para discernir entre Dios y el mundo, y entre
los espiritual y lo terrenal. No busque doctrinas nuevas, opiniones diferentes,
razonamientos nuevos, acerca de la doctrina de Cristo, porque esto acarrea
división y ruina.
Es mi deseo y oración que sigan creciendo, no solamente en edad, en
espíritu. Y que aprovechen las enseñanzas de los varones. Por un largo tiempo
intentamos, un puñado de jóvenes, perseverar en el estudio, visitamos,
ensayamos cantos, invitamos predicadores; tristemente hace apenas un par de año
se involucraron los varones. Ojalá la iglesia siempre preste atención a éste
sector los santos. Y también, es triste oír las quejas de estos hermanos, ustedes,
hermanos jóvenes, deben esforzarse cada día y asistir fielmente a las
reuniones.
No olviden, cómo deben conducirse, cuál es la voluntad de Dios para
ustedes y cuál es el esfuerzo que deben hacer para mantener su fidelidad.
Cometerán errores, porque son humanos inexpertos, aprendices de la vida por
venir; pero procuren el arrepentimiento sincero.
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