"Pero vosotros no queráis que os llamen Rabí; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos" -Mateo 23:8-

miércoles, 31 de agosto de 2016

EVANGELIZAR CON PACIENCIA

El evangelista salió a sembrar[1] la semilla de la palabra de Dios[2]. Con la esperanza de que diera fruto, “cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía”[3].

Cada día salía a esparcir la palabra. A veces en el camino, otras veces en las piedras. En algunas ocasiones tuvo que entrar entre los espinos, amenazado por sus peligrosas puntas, con temor de sufrir una herida mortal. Pero nunca dejó de repartir la palabra a su paso.
Cuando encontró una tierra fértil se dedicó a sembrar con paciencia. Limpió el terreno de impurezas, señaló las cosas que estaban mal y que podían matar la semilla. Fertilizó el campo con los nutrientes de la verdad. Puso con delicadeza la semilla en el corazón aprisionado por el pecado.

Cuando la semilla comenzó a germinar la regó cada día. En ocasiones la regaba él, en otras ocasiones algún sembrador vecino[4]. La alimentaba con la suave brisa de los himnos, con chorros de oración y con la lluvia de la doctrina. Siempre orando para que Dios le diera crecimiento a esa nueva planta.

Gracias a su esfuerzo, el Señor bendijo el campo y dio mucho fruto. Ahora hacían falta obreros. “La mies a la verdad es mucha, mas los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies”[5].




[1] Mateo 13:3.
[2] Lucas 8:11.
[3] Santiago 5:7.
[4] 1 Corintios 3:6.
[5] Lucas 10:2.
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