"Pero vosotros no queráis que os llamen Rabí; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos" -Mateo 23:8-

martes, 11 de febrero de 2014

GLADIADORES


Por diversos medios, cine, literatura, historia, etcétera, hemos conocido un poco acerca de los gladiadores romanos. Por lo que el tema no deja de tener un interés especial y, desde la perspectiva bíblico-espiritual, un mensaje enriquecedor.
Los gladiadores, que toman su nombre de la espada oficial llamada gladius, fueron hombres que participaron en diversos combates de entretenimiento popular.
La mayoría de ellos eran esclavos y prisioneros de guerra, aunque se han encontrado pruebas de que una cantidad considerable de gladiadores estaba conformada por ciudadanos romanos libres.
Muchos de los prisioneros de guerra, que eran expuestos a los sanguinarios combates, eran considerados desechables, vivían para ser asesinados por los gladiadores expertos. Y de ellos, un buen número eran cristianos.

Consideraciones históricas.
Usualmente, los gladiadores, gozaban de ciertos privilegios aunque seguían siendo esclavos.
No eran diferentes a los deportistas de la actualidad, eran considerados figuras importantes, se vendía estatuillas de los gladiadores importantes, entrenaban constantemente, algunos recibían cierta asignación económica y se les concedía un día de permiso. La gente los admiraba, los adolescentes hacían grabados de ellos y en las calles se pintaban anuncios publicitarios de las peleas. De algunos restos se puede determinar que su dieta se basaba en vegetales, no podían comer carne porque era muy cara y, siendo esclavos, no podían darse ese lujo.
Llegaban a recibir, si su condición lo requería, las mejores atenciones médicas.
Para convertirse en gladiadores, los esclavos eran entrenados por un año, vivían en el ludus magnus, la escuela. Las paredes del edificio estaban recubiertas de mármol y compartían habitaciones, algunos podían aspirar a tener una habitación individual privada.
Dependiendo de las armas que usaran y de las técnicas de pelea, eran clasificados en algún tipo de gladiador.
El entretenimiento comenzaba desde la entrada a la arena. Había un saludo oficial que les permitía asegurarse de que el oponente no tuviera armas ocultas. Si eran guapos usaban cascos que dejaran ver su rostro. La gente se emocionaba con sus presentaciones, sus armaduras conservaban la sangre de las batallas anteriores, el choque de las espadas producía un sonido que era espectacular en la batalla.
No todas las peleas eran a muerte como el cine nos ha hecho creer. Algunas consistían en desarmar al rival, otras a primera sangre. En las peleas a muerte, algunos rivales podían conservar su vida si se consideraba que habían peleado con valor. En señal de aprobación la gente extendía la mano con el puño cerrado, en señal de lo contrario abrían la palma y apuntaban, con el pulgar, hacia abajo. La señal de la mano empuñada y el pulgar levantado era un símbolo fálico y dista mucho de las presentaciones en el cine.
En la algarabía de los festejos, se reunía gente de todas las clases sociales. En una sola presentación, en una arena con lugar para 30 mil personas, se llegaba a gastar el equivalente a 1 millón y medio de euros. Un derroche de dinero. Pero el gobernador debía hacerlo para mantener a la gente satisfecha y no ser destituido de su puesto.
Cuando un gladiador moría, en la ciudad de Éfeso, era sepultado en un lugar privilegiado.



Los primeros cristianos.
Aunque la vida de los gladiadores tenía altos contrastes entre el sufrimiento y el placer, los cristianos que eran presentados en dichos eventos, estaban puestos para espectáculo de sangre y muerte.
Antipas, uno de los primeros cristianos, muy probablemente murió en un espectáculo de gladiadores (Apocalipsis 2:13). La ciudad de Pérgamo contaba con un anfiteatro que, durante el dominio de Roma, probablemente fue usado para peleas de gladiadores. Ademas, ahí estaba ubicada la mejor escuela de
medicina y algunos pacientes fueron gladiadores. Otra cosa que nos hace pensar en esta posibilidad es que la palabra “testigo” viene del griego MARTUS, que significa mártir, alguien que murió por la causa de Cristo.
Otros cristianos fueron llevados a los coliseos (Hebreos 10:32-34). Fueron hechos espectáculo, diversión y entretenimiento de los paganos por causa del amor a Jesucristo. Las almas de los mártires clamaron justicia a Dios (Apocalipsis 6:9, 10). Y la justicia llegó. El imperio romano y su diversión cayeron a causa de la fe en Jesucristo, hombres importantes creyeron, abandonaron dichas prácticas (Hechos 17:34, Filipenses 4:22). Hasta la obediencia de Constantino, emperador romano, se puso fin a estos espectáculos.
Las luchas de Pablo.
En 1 Corintios 15:32 leemos que luchó con fieras. Éfeso era una ciudad muy importante, tenía un templo dedicado a Diana o Artemisa, que fue considerado una de las siete maravillas del mundo antiguo. También había un anfiteatro con capacidad para 20 mil aficionados. Los gladiadores eran un parte fundamental de la sociedad. Algunos estudiosos creen que es probable que Pablo participara en un espectáculo luchando contra bestias salvajes.
En 2 Corintios 1:9, 10, Pablo hace referencia a un trágico evento ocurrido en Asia, Éfeso donde vivió 2 años.
Sin embargo no tenemos evidencia bíblica de esto. En 2 Corintios 11:23-28 Pablo hace una detallada lista de sus sufrimientos y no incluye una pelea con animales. En Hechos 19, Lucas narra la estancia de Pablo en Éfeso y no incluye un evento como este. En la carta de Pablo a los Efesios nunca hace referencia a algo similar.
Quizá Pablo usaba el sentido figurado, hablando de hombres carnales que se comportaban como bestias (2 Pedro 2:12, Judas 1:10, Tito 1:12).

Gladiadores espirituales.
Quizá nadie de nosotros desearía haber formado parte de este espectáculo sanguinario. Pero Pablo nos sentencia, si él no peleó contra animales salvajes, sabía que nuestra batalla, al igual que la suya, era espiritual (Efesios 6:11, 12). Hoy no tenemos mayor elección, debemos decidir entre formar parte del grupo de gladiadores y batallar contra siervos de maldad y las salvajes pasiones de la carne o permanecer sentados en las gradas del teatro mundano mientras vemos a la iglesia desgarrase en la lucha contra Satanás.

Vestidos de la armadura de la armadura de Dios, armados con la gladius del evangelio, debemos matar el pecado que insiste en morar en nuestra carne, poner resistencia a los embates del enemigo y, siendo victoriosos, esperar nuestra recompensa (2 Timoteo 4:6-8). De otro modo nos espera una horrenda expectación de juicio (Hebreos 10:26, 27).
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