(Lucas 5:1-5).
En un Sermón, Gregorio Lemecier, escribió sus sentimientos con respecto al cierre del convento Santa María de la Resurrección y el inicio del Centro Psicoanalítico Emaús.
"-Gregorio, intérnate en el mar.
-Pero, Jesús si ya te dije el año pasado que no me gustaba la pesca.
-Gregorio, intérnate...
-¿Por qué insistes, Jesús? Los ministros de aquel que lleva el anillo del pescador varias veces han querido quitarme mi certificado de capitán y hundir mi barco. Mira cómo lo han amarrado ahora con gruesas cadenas y lo amenazan con sus cañones [...] para impedirme que me vaya a alta mar,
-Gregorio, intérnate...
-Bueno, acepto. Dejaré aquí mis redes, mi barco, mi certificado de capitán y si quieres dejaré también mi uniforme de marinero y te seguiré desnudo a las aguas profundas [...]
Tengo miedo.
-¿Quieres quedarte en la ribera y no conocer las profundidades del mar, sino permanecer como simple espectador?
-No.
-Entonces, Gregorio, intérnate en el mar."
Lemecier creía que Jesús le llamaba a las aguas profundas del mar para usar el psicoanálisis como herramienta para purificar la fe los creyentes, Roma no lo permitió.
Efectivamente Dios nos llama a la profundidad del mar espiritual, pero qué significa.
Varados en la orilla.
La orilla representa el lugar menos comprometedor, es poner un pie en el estribo y otro en el suelo (Lucas 9:62). Aquellos que simpatizan con la religión están ubicados ahí (Juan 3:1, 2). El diablo mantiene atados a los cuasi creyentes (Éxodo 8:28; 10:24).
El agua profunda.
La profundidad de las aguas tiene que ver con la profundidad del conocimiento de Dios (Romanos 11:33). Pero también con el nivel de compromiso, aquel que desea empaparse completamente de Dios (Gálatas 2:20). Ahí están los que tienen la disposición de dejarlo todo por Jesús (Marcos 10:29, 30).
Anclado en la profundidad.
A mayor profundidad, mayor peligro (1 Pedro 1:7; 1 Corintios 10:13). Nadie ha dicho que será fácil profundizar en la obra de Dios, habrán dificultades que sentiremos que nuestro barco se parte en pedazos, pero tenemos una ancla firme y segura (Hebreos 6:18, 19).
¿Está dispuesto a navegar a las profundidades del mar? ¿Qué le mantiene atado a la orilla? ¿Dejará su barco en las manos de Dios? ¿Tomará el ancla del evangelio para asegurar su alma?
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