"Pero vosotros no queráis que os llamen Rabí; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos" -Mateo 23:8-

martes, 15 de julio de 2014

CONCEPTOS BÁSICOS

La evolución histórica de la preparación y presentación de sermones.

Quiero esbozar brevemente la evolución de la preparación y presentación de sermones. Un sermón es “un discurso oral dirigido a la mente popular acerca de la verdad religiosa contenida en las Escrituras, y primorosamente tratada con la mira de persuadir” (Rodarte & Luévano, p. 3, 2005). El sermón hace referencia a la exposición de un tema bíblico. Este tema debe estar perfectamente delimitado. Reeves M. (1998) explica: “el sermón es como un viaje. Todo viaje tiene el lugar de inicio, y tiene su meta o fin. El bosquejo es ‘el mapa’ de este viaje de pensamiento” (Lección 2).

     Durante el primer siglo los apóstoles predicaron bajo la guía del Espíritu Santo (Mateo 10:19). Ellos hablaban lo que Dios les revelaba. Muchas veces, debido a la intervención directa del Espíritu Santo, no entendían totalmente lo que predicaban (Hechos 2:39; 10:34). No cabe duda de que Dios los usaba como instrumentos.

     Algunos otros cristianos tenían dones que les permitían predicar con fuidez y profundidad. Algunos de esos dones eran: don de ciencia (1 Corintios 12:8), don de profecía (Romanos 12:6). Estos dones les otorgaban la capacidad de enseñar públicamente, sin previa preparación o estudio.

     Pero también encontramos predicadores estudiosos de la Escritura:
     1. Pablo (2 Timoteo 4:13). Sus libros y pergaminos eran herramientas de estudio, que él consideraba indispensables. Él había sido instruido por un eminente maestro de la ley (Hechos 22:3).

     2. Timoteo (1 Timoteo 4:13). Él había sido instruido por Pablo y debía adquirir el hábito de estudiar y leer.

     3. Jesucristo. Uno pensaría que el Maestro, por su condición Divina, no necesitaba estudiar, sin embargo lo hizo (Lucas 2:46, 47, 52). En sus predicaciones citaba pasajes del Antiguo Testamento, constantemente preguntaba: ¿no habéis leido?

     La iglesia siempre ha sido edificada por hombres diferentes que la instruyen: evangelistas, predicadores, maestros, ancianos, etcétera. Estos términos hacen referencia a labores específicas: evangelización de incrédulos, pregoneros del evangelio dentro de la iglesia y fuera de ella, cristianos maduros que dan clases detalladas a la iglesia o grupos de ella, etcétera.

     Hoy en día no contamos con la intervención directa de Dios. No influye sobre nuestras palabras. Nosotros debemos buscar sus palabras en la Escritura. Por eso es importante que los obreros de Dios sepan cómo usar la Escritura (2 Timoteo 2:15), de nosotros puede depender la salvación o condenación de nuestros oyentes.

     En otro espacio dedicaremos tiempo a la consideración de algunas características que debe tener el predicador. Pero iniciando con algunas cuestiones de técnica de la predicación, es importante señalar que “la práctica hace al maestro”. No se puede mejorar en algo que no se practica. La dedicación y esfuerzo individual le ayudarán al predicador a refinar su estilo y mejorar en la calidad de sus predicaciones.

     Ese es un compromiso que depende, no de mí o de este manual o cualquier otro, depende de usted, de su dedicación y su interés en la enseñanza del evangelio.

Conceptos esenciales para la técnica de la predicación

Cuando hablo de técnica me refiero a una serie de procedimientos que mejoran la calidad y eficacia de la predicación. A continuación expongo algunos conceptos que nos ayudarán a definir con claridad la técnica de la predicación:

     1. Predicación y clase bíblica. La diferencia básica, que muchos cristianos hacen de éstas palabras, es el tiempo de exposición y la intervención de la audiencia. En la predicación el tiempo puede variar de 30 a 50 minutos, o más, y el público no participa. En la clase bíblica el tiempo puede variar de 50 a 90 minutos, o más (hasta prolongarse por varias clases), y el público participa de manera activa: preguntan, leen, comentan, etcétera. Personalmente pienso que, dadas las diferencias entre predicación y clase, sería bueno utilizar la predicación para presentar sermones de ánimo, motivación, exhortación, reprensión, etcétera; y en la clase presentar temas de mayor profundidad que pueden generar preguntas importantes en la audiencia: estudios doctrinales, estudios de conocimientos generales (geografía e historia bíblica, preparación de sermones, etcétera).

     La clase Bíblica exige algunas cualidades en el predicador, más adelante profundizaremos en este aspecto, por ahora nos conformaremos con señalar algunas herramientas que ayudan en la presentación de una clase: buen dominio del tema, anticipación a las preguntas y dudas del público, material visual, didáctico o dinámico, capacidad para poner de lado la autogratificación y dejar que el público intervenga de manera activa, capacidad para hablar fluidamente sobre un tema, amplio bagaje escritural, etcétera.

     2. Tipos de sermones. Hay hermanos que hacen distinciones en los tipos de sermón. Una clasificación puede ser la siguiente:

        a. Temático. “Es aquel en donde se desarrolla el título y no el texto” (Rodarte & Luévano, p. 13, 2005). El sermón temático, como su nombre lo indica, trata un tema: la historia de algún personaje, un punto doctrinal, un término bíblico (la fe, por ejemplo). “En fin, la preparación de esta clase de sermón consiste en lo siguiente: juntar todo lo que la Biblia dice sobre dicho tema, organizar esta información en una forma lógica, y presentarla de una manera concisa, sacando aplicaciones prácticas para los oyentes” (Reeves M., Lección 2, 1998).
Algunos temas que he desarrollado para estudiar: la adoración, la fe, la iglesia del primer siglo, los pastores del rebaño, los primeros rudimentos, nuestros hermanos liberales. En éste tipo de sermones se pretende recabar la mayor cantidad de información, útil y relevante, para exponerla a los oyentes. El objetivo que se persigue es que la iglesia esté informada, que tenga conocimiento, sobre ese tema en particular.

     2. Textuales. “Es la clase de sermón en donde sí se analiza el texto. Es decir, se sacan los puntos del texto” (Rodarte & Luévano, p. 13, 2005). Algunos hacen distinción entre el sermón textual y otro llamado expositivo, en realidad lo único que los diferencia es la extensión del pasaje. En éste tipo de sermón, se toma un texto o un capítulo o un libro entero, para desglozarlo y explicar cada una de sus partes.
A continuación transcribo los puntos principales un sermón textual:
CUALIDADES QUE UN CIEGO NO PUEDE VER
(Marcos 8:22-26)
Introducción.
Se le anuncia a la audiencia el tema, el título, el propósito del sermón, los puntos principales.
1. Disposición.
Se explica en qué versículos podemos ver la necesidad de estar dispuestos a humillarnos ante la voluntad de Dios: “le rogaron que le tocase”, “escupiendo en sus ojos”.
2. Perseverancia.
Se explica en qué versículos podemos ver la necesidad de perseverar hasta lograr los cambios deseados:  “preguntó si veía algo […] veo los hombres como árboles”, “puso otra vez las manos”.
3. Paciencia.
Se explica en qué versículos podemos ver la necesidad de la paciencia y cuáles son sus resultados: “hizo que mirase; y fue restablecido”.
4. Cambios.
Se explica en qué versículos podemos ver la forma, que Dios quiere, de manifestar los efectos del evangelio en nuestra vida: “no entres […] ni lo digas a nadie”.
Conclusión.
Se le recuerda a la audiencia las cosas que hemos aprendido del pasaje.

     2. Las partes del bosquejo. El bosquejo es la estructura, el esqueleto del sermón. Será nuestra guía durante el discurso. Un buen bosquejo dará como resultado un buen discurso. Se compone de cuatro partes esenciales:

        a. El título. El título es una de las cosas que perdurará en la mente de los oyentes. Consideremos que debe contar con ciertas características:
           1) Ser breve y preciso.
           2) Ser llamativo.
           3) Debe evocar una pregunta en la audiencia (Rodarte & Luévano, p.13, 2005).

        b. La introducción. “En la introducción, el predicador quiere hacer dos cosas. Primero, captar la atención de la gente que le escucha […] la otra cosa […] es informar al auditorio sobre lo que va a predicar” (Reeves M., Lección 2.2, 1998). La introducción puede contener: el trasfondo de un pasaje bíblico, una ilustración (Rodarte & Luévano, p. 12, 2005).

     c. El cuerpo. En esta parte del sermón, el predicador desarrolla su tema. Pone los puntos que ha organizado. Estos puntos deben dar respuesta a la pregunta implícita en el título.

     d. La conclusión. “En la conclusión del discurso, el orador dice al auditorio lo que les dijo (en el cuerpo), sólo que lo hace breve” (Reeves M., Lección 2.2, 1998). Siempre es importante hacer énfasis en las cosas más importantes de la lección, quizá sea lo único que recuerden de nuestro sermón.

Componentes de la técnica de la predicación.

Aquí señalaremos algunos elementos generales que nos permitirán una predicación efectiva. Esta parte le dará sostén a nuestro sermón. Esto será la carne del esqueleto.

     1. La producción del material. Muchos predicadores se preguntan: ¿qué debo predicar? El ejemplo de una cocinera es el indicado para ilustrar éste dilema. Ella piensa: ¿qué debo cocinar? Cualquier ingrediente puede ser rico, delicioso, nutritivo, si se prepara adecuadamente. Reeves M. (1998) sugiere que se tome una hoja de papel y se anoten todas las ideas que vengan a la mente: pasajes, títulos, preguntas, etcétera. En tanto que Rodarte & Luévano (2005) afirman que las ideas pueden venir de nuestras observaciones: de la naturaleza, la iglesia, problemas en la calle, en uno mismo, lecturas (Biblia, artículos, sermones de otros).

     Yo además sugiero que siempre se tenga un pasaje en la mente. De ser posible, que se aprenda de memoria. Que busque una aplicación para cada frase. Más adelante veremos algunas herramientas que nos ayudarán a desglosar el texto.

     También estoy convencido de que un cristiano estudioso, que lee cada día su Biblia, siempre tendrá de qué predicar. Debemos hacernos el hábito de leer. Nuestra Biblia principalmente. Pero también otros textos: estudios profundos sobre diferentes tópicos (de preferencia escritos por cristianos fieles), sermones, artículos, libros de literatura secular, etcétera. Esto nos proporcionará herramientas e ideas para la preparación de sermones. Usualmente recibo, en la bandeja de correo electrónico, sermones de hermanos fieles: Wayne Partain, Josué Hernández, Bill H. Reeves, etcétera. Aunque no predico sus sermones, me brindan herramientas, comentarios e ideas de qué exponer.

     2. El análisis del material. Análisis significa identificar los elementos principales de un tema, separarlos y estudiarlos de manera individual. Posteriormente habrá que reunir la información en un texto coherente, usando los criterios del bosquejo.

      No conozco a ningún predicador que niegue la necesidad de estudiar y analizar todo material. Todos están de acuerdo en la importancia de examinar a fondo el material que hayamos recopilado. Teniendo en cuenta lo que dijo un apóstol y predicador de gran trayectoria: Pablo (1 Tesalonicenses 5:21 LBLA); “Antes bien, examinadlo todo cuidadosamente, retened lo bueno”. Vamos a considerar algunos elementos que nos brindarán un mejor y más profundo análisis:

        a. Análisis de un texto bíblico. Es verdad que a veces nos encontramos con textos que son difíciles de entender (2 Pedro 3:16). En esos casos debemos tener algunos parámetros que nos ayudarán a comprender el texto.

           1) Consideraciones de la hermenéutica. Esta materia tiene como objetivo interpretar, adecuadamente, los textos sagrados. Se guía de algunos procedimientos, entre otros, las preguntas para entender el texto: ¿quién escribió?, ¿a quién se escribió?, ¿qué se escribió?, ¿por qué se escribió?, ¿para qué fue escrito?, ¿cómo se escribió?, ¿cuándo fue escrito?, ¿dónde fue escrito?

           2) La Biblia como fuente de información. No hay otro texto más rico en contenido y enseñanza. Por eso debemos tomar en cuenta algunos puntos, que señala Reeves B. H. (2004), que nos ayudarán a entender mejor el texto:
              a) Consultar pasajes paralelos.
              b) Notar lo que no dicen las escrituras.
              c) El estudio del contexto.
              d) El uso y mal uso de referencias y encabezados.
              e) El uso de diferentes versiones de la Biblia.
              f) El uso de preguntas retóricas.
              g) El uso de preguntas para contestar preguntas.
              h) Es importante reconocer preguntas transliteradas.
              i) Implicaciones e inferencias.
              j) Yo añadiría uno más, la armonía con el resto de la escritura.

     Siempre tengo en mente una anécdota que leí en los comienzos de mi formación como predicador: un joven predicador, que no estudiaba mucho su Biblia, citó el pasaje de Mateo 5:13: “Vosotros sois la sal de la tierra”. Ese era el título de su lección, y explicó algunas características de la sal y por qué, el Señor Jesús, nos compara con ella. Para poner un ejemplo de un siervo de Dios, Abraham, que era sal de su tierra, citó otro pasaje: “y le dijo: sal de tu tierra” (Hechos 7:3). Evidentemente el joven predicador no consideró el uso de la palabra sal en ambos pasajes. No leyó el contexto ni tomó en cuenta otros puntos importantes en la interpretación de la Biblia.

           3) Comentarios bíblicos. Hay cristianos eruditos en doctrina, historia, geografía, etcétera, que han escrito comentarios que resultan muy útiles en el estudio serio de la Palabra de Dios. Personalmente recomiendo siempre a: Bill H. Reeves y Wayne Partain. Con la advertencia de examinar sus obras, porque son humanos y pueden equivocarse.

        b. Análisis de otras fuentes. El predicador puede consultar otras fuentes para su investigación: datos históricos seculares, aportaciones de materias (sociología, antropología, psicología, derecho, etcétera), diccionarios, artículos de revistas, etcétera. Pero nunca debe olvidar tener en cuenta la armonía con la Biblia. Hay que tener cuidado: si los textos seculares no concuerdan con la Biblia, no es Dios el que se ha equivocado, deseche el material y busque otro.

     3. Organización del material. La recopilación y análisis de material se debe reunir en un texto que va a servirnos de guía durante el discurso. Una predicación sin bosquejo corre el riesgo de perderse: hablar de otros temas que no vienen al caso, olvidarse de las cosas que había estudiado, etcétera.

     Por eso es importante tener un bosquejo, bien redactado, sin errores ortográficos (o los menos que sea posible), limpio (aunque a veces puede contener anotaciones, palabras subrayadas, borraduras, etcétera, lo importante es que usted conozca perfectamente su material), debe reunir todo el material que ha estudiado: pasajes, comentarios, citas de otras fuentes, sus conclusiones personales, aplicaciones que desea hacer a la audiencia y otras cosas que le puedan ayudar en su exposición.

        a. Organizar los puntos. En primer lugar debe recordar que los puntos principales deben responder a la pregunta implícita en el título:
El plan de salvación
1. Oír.
2. Creer.
3. Arrepentirse.
4. Confesar a Jesucristo como el salvador.
6. Bautizarse.


     En el cuerpo del bosquejo, va a desarrollar cada punto. Puede comenzar por explicar la relación entre el título y el punto. Usa pasajes que ayudarán a entender el argumento. Puede usar aplicaciones prácticas a la vida diaria. Citará comentarios, definiciones, todo el material que ha recopilado y examinado. Varios predicadores de experiencia recomiendan exponer de 3-5 puntos. Si se exponen menos de tres, se corre el riesgo de quedarse sin material muy pronto. Si se exponen más de cinco, se corre el riesgo de aburrir a la audiencia y que, al final, no recuerden ninguno.

     Recuerdo que, en alguna ocasión que me acerqué a preguntar, un hermano predicador me sugirió organizar los puntos por orden de relevancia: el menos importante (o interesante) hasta el de mayor importancia (o interés). Como una escalera que sube, peldaño a peldaño, hacia la meta del sermón. Si agota sus puntos más interesantes en los primeros cinco minutos, quizá la audiencia esté aburrida la siguiente media hora.

        b. La introducción y la conclusión. Algunos sugieren que estas partes del bosquejo se elaboren al final. Primero reúna el material, defina con claridad el título y los puntos principales. Cuando tenga coherencia, en su mente o en un cuaderno de notas, comience con la introducción:
El plan de salvación.
Introducción.
Mucha gente vive sin Dios, vive en el mundo sin esperanza y sin salvación (Efesios 2:12). Será muy triste llegar al juicio final y ver, perdidos en el lago de fuego, a nuestros familiares y amigos que rechazaron el consejo de Dios. Él no quiere que se pierdan (1 Timoteo 2:4). Por eso tiene un plan de salvación en mente. En esta lección vamos a hablar de éste plan.

     El contenido de la introducción dependerá de cómo quiere atraer la atención del público, pero recuerde no ser exagerado ni utilizar demasiado el drama. Una introducción larga puede aburrir a la audiencia, si después de media hora de introducción, usted anuncia que comenzará con el primer punto, la audiencia se desalienta y piensa cuándo va a terminar.

     Después de haber expuesto con claridad cada punto, proceda a la conclusión. Reeves M. (1998) hace una sugerencia: “hermano predicador, por favor que no se diga al auditorio, ‘Hermanos, en conclusión…” y luego ¡seguir predicando otra hora!” (Lección 2.2). La conclusión debe ser breve y específica, recuérdeles cuál fue el propósito de su lección y cuáles fueron los puntos principales:
El plan de salvación
Conclusión.
Espero que esta lección nos ayude a tener un mejor entendimiento de plan de Dios. ¿Qué desea que usted haga? Oir, creer, arrepentirse, confesarle y ser bautizado. Si deja que Dios lo guie, un paso le llevará al otro. ¡Deje que el plan de salvación se ponga en marcha en su vida!

     4. La alianza expositiva. Este es un pacto que se hace, sin estar escrito ni mencionado, entre el público y el predicador. Los oyentes se comprometen a escuchar, guardar respeto, participar si es necesario, no generar discusiones, apagar los celulares, mantener en control a sus niños, etcétera. Y el perdicador se compromete a presentar una lección interesante, edificar con la Escritura, evitar hablar de su vida privada y hablar de la voluntad de Dios, exponer de manera coherente y enseñar sólo la verdad.

     Una vez escuché a mi padre contar la siguiente anécdota: un predicador de mucha experiencia y poderoso en la Escritura, había viajado desde los Estados Unidos hasta la península de Yucatán; recorría diversas iglesias, visitando y predicando, pero en una de ellas interrumpió su sermón a los pocos minutos de haber comenzado. Dijo que el murmullo y escándalo de los niños no le permitían enseñar y se bajó del púlpito.

     Realmente es muy triste encontrarse con iglesias que no pueden establecer la alianza expositiva: algunos miembros se duermen, los niños llevan alimentos y juguetes, gritan, corren; los adultos entran y salen del auditorio, celulares suenan, los hermanos escriben mensajes, contestan llamadas, etcétera.
Share:

0 comentarios:

Publicar un comentario

Lo más visitado de la semana

Archivo

Con la tecnología de Blogger.

Síguenos en

Copyright © Un Rabí | Powered by Blogger
Design by SimpleWpThemes | Blogger Theme by NewBloggerThemes.com | Distributed By Blogger Templates20